jueves, 31 de enero de 2013

RELATOS V
Buenos días a todos! Hoy es jueves y toca relato. Como siempre os explico en qué consistía el ejercicio de hoy. Veréis que es un ejercicio interesante y divertido. 
Entre todos los de clase fuimos diciendo palabra y de todas ellas seleccionamos tres. Cada una de ellas representaría el pasado, el presente o el futuro. La cosa quedó así: 
-CERVEZA: PASADO
- ACORDE: PRESENTE
- FARDELEJO: PASADO
Como nota curiosa diré que la palabra fardelejo fue la que yo elegí, y que todo el mundo estaba encantado con esta palabra de etimología tan curiosa. 
Y como reto personal, me decidí a narrarlo en primera persona y en presente, lo cual para mí es un poco complicado en la narración, y más todavía cuando deben aparecer los tres tiempos. 
No me enrollo más y os dejo con el relato, a ver qué os parece :)



SOLO DE VIOLÍN

Cuando le cuentas a la gente que tienes una vecina violinista, todos te contestan: “qué suerte, qué bonito, qué relajante…” y un largo etcétera de estupideces sobre lo afortunado que soy. Pero ninguno sabe lo que es soportar un solo, único y agudo acorde día tras día y hora tras hora. Ninguno sabe que con suerte, al cabo de seis horas empieza a sonar bien, y mientras tanto tu casa es como un matadero de gatos.
Intento concentrarme en hacer esta maleta mientras no paro de dar vueltas a lo que pasó ayer. Mientras el Do sostenido golpea mi cabeza, voy repasando mentalmente los hechos una y otra vez para controlar el malestar que siento, porque no quiero marcharme así, con este recuerdo. Quiero pensar en mis colegas de Madrid con cariño, volver a visitarlos, mantener el contacto y echarles de menos. Pero no puedo. Lo que para ellos eran cuatro bromas entre colegas un poco pasados de cervezas, para mí fue un punto de inflexión. Porque sentí un dolor primitivo en mi corazón, como si alguien hiriera lo más profundo de mi ser. Y el primer sorprendido fui yo: siempre había sido el primero en cachondearme del trabajo de mi padre. Eso cuando no lo ocultaba. Un abogado de prestigio como yo no podía reconocer que mi padre era dueño de una pequeña empresa  familiar de fardelejos. Para mí era el mayor de los tabúes. Allí estaban mis compañeros, miembros de familias de postín, seguidores de una tradición de ilustres personajes. Y yo… ¿Qué iba a decir? “Soy Chivito, el hijo del Chivi, el de los fardelejos. De Arnedo de toda la vida.” Pues claro que no. Durante mi estancia aquí quedábamos todos los viernes para tomar unas cañas y nunca jamás les hablé de mis humildes orígenes.
Pero ayer lo hice. Porque era mi último día y porque eran mis amigos. O al menos eso me dijo mi jefe al despedirme. Que lo sentía y que siempre podría contar con ellos. Así que cuando Federico preguntó qué me depararía el futuro ahora que dejaba la empresa, les dije la verdad. A los pocos minutos, las risas inundaban la sala. Mis amigos competían por hacer la broma más cruel, y yo, que siempre había participado de ellas con buen humor, me sorprendí a mí mismo reventando una jarra de cerveza contra la mesa y salpicando el Armani de Borja.
Y aquí estoy, escuchando este desquiciante acorde y dando vueltas a la cabeza. Pero cuando el violín se para y cierro la maleta, sé perfectamente lo que tengo que hacer y me dirijo hacia el teléfono.
-          Papá…
-          Hijo, ¿qué pasa? ¿A qué hora llegas, que tu madre ya te ha preparado la habitación pero se está volviendo medio loca con la comida…”
-          Papá…que…gracias por acogerme y por darme trabajo… y eso…
-          ¿pero qué chorra dices, hombre? Ala, ala, déjate de mariconadas, que no sabes lo bien que nos viene que vengas, que desde que tu hermana puso la venta esa por internet, no damos abasto. No sabes lo que les gustan los fardelejos a los japoneses…
Hablamos durante un rato, y sonrío, porque sé que mañana estaré donde tengo que estar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario