RELATOS V
Buenos días a todos! Hoy es jueves y toca relato. Como siempre os explico en qué consistía el ejercicio de hoy. Veréis que es un ejercicio interesante y divertido.
Entre todos los de clase fuimos diciendo palabra y de todas ellas seleccionamos tres. Cada una de ellas representaría el pasado, el presente o el futuro. La cosa quedó así:
-CERVEZA: PASADO
- ACORDE: PRESENTE
- FARDELEJO: PASADO
Como nota curiosa diré que la palabra fardelejo fue la que yo elegí, y que todo el mundo estaba encantado con esta palabra de etimología tan curiosa.
Y como reto personal, me decidí a narrarlo en primera persona y en presente, lo cual para mí es un poco complicado en la narración, y más todavía cuando deben aparecer los tres tiempos.
No me enrollo más y os dejo con el relato, a ver qué os parece :)
SOLO DE VIOLÍN
Cuando
le cuentas a la gente que tienes una vecina violinista, todos te contestan:
“qué suerte, qué bonito, qué relajante…” y un largo etcétera de estupideces
sobre lo afortunado que soy. Pero ninguno sabe lo que es soportar un solo,
único y agudo acorde día tras día y hora tras hora. Ninguno sabe que con
suerte, al cabo de seis horas empieza a sonar bien, y mientras tanto tu casa es
como un matadero de gatos.
Intento
concentrarme en hacer esta maleta mientras no paro de dar vueltas a lo que pasó
ayer. Mientras el Do sostenido golpea mi cabeza, voy repasando mentalmente los
hechos una y otra vez para controlar el malestar que siento, porque no quiero
marcharme así, con este recuerdo. Quiero pensar en mis colegas de Madrid con
cariño, volver a visitarlos, mantener el contacto y echarles de menos. Pero no
puedo. Lo que para ellos eran cuatro bromas entre colegas un poco pasados de
cervezas, para mí fue un punto de inflexión. Porque sentí un dolor primitivo en
mi corazón, como si alguien hiriera lo más profundo de mi ser. Y el primer
sorprendido fui yo: siempre había sido el primero en cachondearme del trabajo
de mi padre. Eso cuando no lo ocultaba. Un abogado de prestigio como yo no
podía reconocer que mi padre era dueño de una pequeña empresa familiar de fardelejos. Para mí era el mayor
de los tabúes. Allí estaban mis compañeros, miembros de familias de postín,
seguidores de una tradición de ilustres personajes. Y yo… ¿Qué iba a decir?
“Soy Chivito, el hijo del Chivi, el de los fardelejos. De Arnedo de toda la
vida.” Pues claro que no. Durante mi estancia aquí quedábamos todos los viernes
para tomar unas cañas y nunca jamás les hablé de mis humildes orígenes.
Pero
ayer lo hice. Porque era mi último día y porque eran mis amigos. O al menos eso
me dijo mi jefe al despedirme. Que lo sentía y que siempre podría contar con
ellos. Así que cuando Federico preguntó qué me depararía el futuro ahora que
dejaba la empresa, les dije la verdad. A los pocos minutos, las risas inundaban
la sala. Mis amigos competían por hacer la broma más cruel, y yo, que siempre
había participado de ellas con buen humor, me sorprendí a mí mismo reventando
una jarra de cerveza contra la mesa y salpicando el Armani de Borja.
Y aquí
estoy, escuchando este desquiciante acorde y dando vueltas a la cabeza. Pero
cuando el violín se para y cierro la maleta, sé perfectamente lo que tengo que
hacer y me dirijo hacia el teléfono.
-
Papá…
-
Hijo,
¿qué pasa? ¿A qué hora llegas, que tu madre ya te ha preparado la habitación
pero se está volviendo medio loca con la comida…”
-
Papá…que…gracias
por acogerme y por darme trabajo… y eso…
-
¿pero
qué chorra dices, hombre? Ala, ala, déjate de mariconadas, que no sabes lo bien
que nos viene que vengas, que desde que tu hermana puso la venta esa por
internet, no damos abasto. No sabes lo que les gustan los fardelejos a los
japoneses…
Hablamos
durante un rato, y sonrío, porque sé que mañana estaré donde tengo que estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario